La alta sensibilidad es como disponer de unas lentes que permiten a la persona captar más detalles.
El problema está cuando no se saben cuidar y se limpian con el inofensivo algodón de la camiseta; los cristales terminan con micro-heridas imperceptibles una a una, pero juntas pueden dificultar la visión de lo que incluso ven los demás sin gafas.
Es importante la educación sensible de 0 a 6 años para que los niños aprendan a limpiar sus lentes de corazón.
Cuando el niño trata de complacer a todos para que no haga problemas, incluso aceptando injusticias para evitar riñas, eso es como usar pañuelos de papel, servilletas o su propia camiseta.
Las virtudes al servicio de la sensibilidad
Lo primero que han de aprender los niños para limpiar su sensibilidad sin que se raye es limpiar su egocentrismo.
El egocentrismo inmaduro como las manos con grasa o suciedad, hace que el sensibilidad se empañe con la susceptibilidad, la irritabilidad o la tristeza.
Esta limpieza del «yo» es la humildad, que nada tiene que ver con la baja autoestima.
La humildad es aceptar la realidad con transparencia y sencillez, tal y como es.
Dominando el propio egocentrismo para que sea saludable, el niño puede purificar su sensibilidad con la templanza, el autodominio, el autocontrol, como se enjuaga el cristal bajo el agua templada del grifo.
Si en lugar de templanza fuera puro sacrificio, sería como limpiar las gafas con agua demasiado caliente; lo que podría dañar el recubrimiento de los cristales, que vendría a ser el propio cuerpo y mente.
Además de la templanza, un poco de fortaleza con la que frotar la sensibilidad, como si fueran gotas de jabón sobre el cristal.
Finalmente, debe secarse con la justicia que es un paño de microfibra sin pelusa y completamente limpio.
Que no tolere asumir injusticias sobre sí mismo, ni sobre nadie, porque eso volvería a ensuciar las gafas o rayar los cristales.
Para terminar, el niño debe hacer uso nuevamente de la prudencia que le hizo captar que su sensibilidad necesitaba una limpieza.
La prudencia educada capta el estado de limpieza de su sensibilidad sin culpar ni culparse.
Con prudencia uno asume su responsabilidad y reconoce que otros también tienen su responsabilidad, de la que uno no es responsable.
Al principio tendrá que ser mamá, papá y los educadores quienes le enseñen a desarrollar esta prudencia para limpiar su sensibilidad sin daños.
Si los cuidadores no están atentos, es fácil que las gafas se ensucien, se empañen y el niño las raye sin que nadie se de cuenta, una y otra vez, porque necesita ver, pero nadie le ha enseñado a gestionar sus lentes.
Antes de enseñar a leer al niño de infantil, se le debe enseñar a limpiar sus gafas del corazón, especialmente cuando son muy sensibles.