Existe la bonita idea de que la amabilidad es como un boomerang que te vuelve, también se dice que «recibes lo que das», pero no siempre es así: muchas veces damos amabilidad pero recibimos antipatía o indiferencia, ¿Cuál es el problema?
El problema está es ese «espero recibir lo que doy». En el fondo, esa manera de proceder no es alocentrismo maduro (hacer las cosas pensando en el otro) sino egocentrismo encubierto: uno trata bien a los demás esperando que los demás nos traten igual y si no lo hacen, tarde o temprano se rompe la cadena, con más resentimiento en la medida en que se haya tratado de esperar más en que se restablezca la cadena y uno haya seguido dando sin recibir.
No es algo que se piense, sino que está en nuestra forma de ser sociables; si se nos trata con amabilidad, eso nos invita a tratar con amabilidad a los demás. Este famoso video lo representa como una cámara que sigue el boomerang de amabilidad un día cualquiera Kindness Boomerang.
¿Qué pasa cuando el boomerang no regresa? Vamos a por él y lo volvemos a lanzar, pero cada vez está más dañado, y es que no regresa por daños que sufre por el camino al chocar con algún obstáculo o porque cae al suelo con fuerza porque lo lanzamos mal.
Con el boomerang astillado uno termina por pensar «no estoy recibiendo lo que doy, no es justo». Ese es una parte del problema, uno estaba dando amabilidad con la segunda intención de recibir también amabilidad. En el fondo, no estaba donando amabilidad sino haciendo comercio con su amabilidad. No estaba dando gratis, sino que estaba dando con la esperanza de recibir al menos un poco de lo que daba.
Recibimos infinitamente más de lo que damos
Esa visión comercial de la vida en la que «recibes lo que das» es una mentalidad primitiva de «ojo por ojo y diente por diente», pero la vida no es así: si das odio recibes odio, si das resentimiento recibes resentimiento, si das amabilidad, recibes amabilidad. Es cierto que eso sucede con frecuencia, pero no es la mentalidad predominante entre las personas con alta inteligencia sensible.
Cuando las personas tienen baja sensibilidad y las personas con alta sensibilidad (PAIS) quedan heridas y toman la forma de personas altamente irritadas, es normal que uno termine por dañar si le dañan y ser amable con quien es amable, pero así, las PAIS no son capaces de vivir en paz. Se sienten culpables de no amar sin medida. Esa culpa podrá ser buena si conduce a la PAIS a la sanación de su corazón entregándolo a su creador para que lo sane por amor, que es el mismo motivo por la persona ha sido creada con la posibilidad de habitar en el amor y destinarse de forma libre al amor por el amor.
Quien tiene la convicción de haber sido creado por amor y que ese amor nos cuida y solo anhela que vivamos felices, entonces, uno descubre que como ser humano da miseria a los demás y a sí mismo, da resentimiento, antipatía, mentira y a veces amabilidad, aunque algo adulterada por el interés de recibirla también a cambio.
Quien se cree que sobre todo da amor es que no sabe lo que es el amor o no se conoce lo suficiente.
Quien sabe dar cuentas del amor que da, es que da muy poco amor.
La realidad es que demos lo que demos, el Amor que nos creo y nos cuida, transformas todo en amor si le dejamos, si se lo entregamos a Él. Sufrimos daños, heridas de la infancia, perdidas de seres queridos, seres queridos que no nos quieren como nosotros quisiéramos ser queridos, pero si todo eso se lo entregamos al Amor, Éste lo sana, lo desata y lo libera para que pase, lo que pase, lo pasemos bien.
¿Y qué es pasarlo bien? Para algunos es divertirse: gozar de emociones placenteras. Para otros es vivir en estado de Flow, tal vez trabajando mucho pero en algo tan gratificante que el tiempo pasa sin que uno se dé cuenta. Para otros, pasarlo bien es pasar el tiempo amando, es el mejor modo de pasarlo todo. Y amando, uno descubre que hay personas antipáticas, egocéntricas, mentirosas, vanidosas, avariciosas, envidiosas, pero el amor no se queda en esas apariencias, sino que penetra hasta el fondo y mira de corazón a corazón. Y detrás de esas superficialidades ve a una persona que ha sido dañada, que está resentida, que esconde sus heridas, que se refugia en todo lo superficial porque en su corazón el amor se ha estropeado y la herida se ha hecho profunda.
Quien ama, comprende que esa persona no corresponda con amor al amor que recibe y es que, las más de las veces, somos nosotros los que no correspondemos al amor y sin embargo, el amor nos sigue amando. Nos sigue acercando personas que nos aman sin supuestamente merecerlo.
Déjate amar, déjate sanar, deja que te desaten tus enredos, deja que se te libere de tus cadenas. Déjate amar y amarás de verdad, sin deseo de correspondencia, pues tu amor ya es una mínima correspondencia al amor infinito que recibes, y aun así, recibes más amor. Al final sin buscarlo, sin esperarlo, es entonces cuando recibes amor sin medida.
Cuando das amabilidad y no recibes lo que das, es porque recibimos infinitamente más de lo que damos.
Las personas somos por nuestra naturaleza pobres, pero nuestro corazón puede habitar en la abundancia si se conecta con el amor. Pero no nos conectamos al amor por el amor, sino por la fe. Hay personas que dan tanto amor que piensan que así van a resolver todas sus insatisfacciones y carencias, y cuando llega el desencanto, algunos de estos, experimentan un efecto rebote ante ese amor que sentían. Pierden la fe en el amor.
El problema ha estado en que su concepción de amor, se ha idolatrado. La persona no amaba, sino que amaba su idea de lo que es el amor. No se puede esperar que las personas nos amen como necesitamos o deseamos ser amadas, eso solo puede hacerlo alguien que sea amor y que esté dispuesta a dar su vida por nosotros, y aún así seguir viviendo en nosotros eternamente.
Mientras no encuentres a esa persona no se puede exigir a los demás lo que no pueden darnos, porque solo recibiremos frustración y resentimiento. Utilizaremos a los demás y los demás nos utilizarán a nosotros y así nunca viviremos el amor que anhelamos.
Las personas que nos aman de corazón tiene la potencialidad de satisfacer necesidades tan básicas como las de confianza, intimidad y conexión emocional, y hacer sentir emociones tan sublimes que sólo los poetas logran describir, pero no se les puede exigir que sacie nuestros anhelos existenciales, que son una prueba de la existencia de Dios, pues solo él puede satisfacerlas y de no existir, el mundo, el amor, la libertad serían algo tremendamente macabro.
Cualquier persona, aunque no haya tenido acceso a la educación, está invitado a la fiesta de la amabilidad y sabe bailar en ella, si quiere. Cada uno a su manera pero sabiendo que en esa fiesta no somos solo invitados, sino también los anfitriones, y cuando uno organiza una fiesta con madurez, no lo hace para que le inviten otros otro día. Se da para celebrar el amor, la alegría que a provocado algún motivo que es lo que se celebra.
Quien vive la vida como una invitación a la fiesta, cuando uno vive su vida como el anfitrión de su fiesta solo está pendiente de que sus invitados se lo estén pasando bien.
Es frecuente que personas que gozan de éxito social, luego no sepan afrontar los requerimientos para bailar en la fiesta de la amabilidad, porque la fiesta supone entrega, invitar al banquete y quien solo piensa en gastarlo para sí y guardarlo por si acaso, es difícil que por muy amable que sea, logre verse satisfecho, pues en el fondo esa amabilidad es comercial y no donal.
Parece obvio, pero hay que recordarlo, para bailar tienes que salir del coche, soltar el móvil y dejar la copa.
Los peores marginados son los que por propia decisión, indiferencia, tozudez o ceguera se privan de bailar en la fiesta de la amabilidad, prefiriendo ser devorados por sus propios deseos y fantasías.
Sin importar la magnitud de su cuenta bancaria, profesional o social, la persona que no hace de su vida una fiesta de la amabilidad, continuará siendo fracasado y su propia intuición interna le hace optar este hecho, percepción que le impide ser feliz.
La amabilidad no es una inversión en bosa con la que recibir dividendos de amabilidad, sino que es una fiesta de abundancia y derroche de algo que no se busca recuperar pero que cuanto más se da, más aparece en la despensa del corazón.
Sólo el salto a la trascendencia permite a la persona ser exitoso en la vida, y eso no se compra con dinero, es gratis, es una fiesta ¡estamos invitados¡, basta con abrir y entrar en la propia interioridad y sacar toda la amabilidad que se pueda; y cuanto más se pueda, más amabilidad habrá en el corazón. Es el milagro de la fiesta de la amabilidad, que aunque reciba resentimiento o indiferencia, la persona auténticamente amable sigue dando amabilidad y transformando el rencor, en amor, la tristeza en alegría.