Quien va a decir que ayudar sea algo malo, como no es malo «quedar bien ante los demás», el problema es cuando el «quedar bien» o el ayudar ya no es algo que deseo sino que se convierte en algo que necesito.
En este artículo explicaré la diferencia entre el ayudar nosicéntrico que permite a la persona crecer como un yo auténtico en un nosotros-maduro, y el ayudar egocéntrico o alocéntrico, (altercéntrico) que son formas inmaduras y dañan al «sí mismo» e incluso puede dañar a los demás, formándose falsos-nosotros.
El ayudar egocéntrico
El «ayudar» es meramente egocéntrico cuando se busca como forma de bienestar subjetivo. No es malo sentirse bien por ayudar, el problema se crea cuando se ayuda como se toma una droga, convirtiéndose incluso en una adicción.
Cuando ayudamos a otros, nuestro cerebro emite tres sustancias químicas que generan bienestar subjetivo: dopamina, oxitocina y serotonina.
La dopamina nos “enciende” y hace desear el «ayudar» como experiencia que el cerebro ha aprendido como placentera y es la responsable de que nos “enganchemos” al ayudar, o a lo que sea, que el cerebro aprenda como «esto lo tienes que repetir»; entonces uno puede verse fisiológicamente necesitado de ayudar a quien sea y como sea para conseguir esa recompensa neuronal.
Por su parte, la oxitocina, es la encargada de “conectarnos” con los demás y de hacer que vivamos la experiencia de ayuda de forma apasionada. Además, actúa como gran desinhibidor cuando sentimos esa pasión, hasta el punto de no sentir el riesgo de ser engañados o utilizados por otros.
La serotonina, conocida como el neurotransmisor de la felicidad, fundamentalmente actúa sobre nuestras emociones y nuestro estado de ánimo. Cuando experimentamos compasión, solidaridad, empatía, servicio, cuidado, salvación de otros, los niveles de serotonina se disparan y uno puede sentirse muy bien.
El resultado de «sentirse bien» de esta combinación, naturalmente, nos hace querer repetirlo. Pero cuando nuestra necesidad de ayudar se vuelve tan insaciable que uno pierde su «hogar interior» y el ayudar se convierte en un «refugio mental», la persona termina vagabundeando en el amor, pierde el sentido de aventura, porque ese salir ya no tiene un hogar al que volver y el ayudar deja de tener un Motivo original por el que darse para ayudar, sustituyéndolo por el simple motivo sentirse bien.
Paradójicamente, la persona que ayuda por necesidad sobre todo busca ayudarse a sí misma y eso genera un bucle de culpabilidad y necesidades innecesarias,
El ayudar alocéntrico
Incluso bajo estados de gran frustración y malestar subjetivo, la persona se ve necesitada de ayudar a otros para reforzar el sentido de su existencia, su valía personal, el sentirse importante para otros o al menos, sentirse útil.
La inmadurez de esta vivencia de la ayuda se identifica con un problema de autoestima. La persona necesita, depende de los demás para sentirse estimable. En este sentido, ver que otros triunfan solo hace que su baja autoestima se recienta, pero lograr que otros triunfen por su heroísmo, le reafirma en su sentido y valía personal.
En definitiva, hace depender su propia felicidad de que los demás estén felices por su ayuda. Y si son felices sin necesitar de uno, este uno puede sentirse rechazable por esos que no le necesitan. Rambo lo llama «ser prescindible». No verse necesario es verse rechazado en cierto modo.
La persona alocéntrica es capaz de ayudar sin recibir placer por ello, incluso, puede ayudar con gran sufrimiento por su parte, pero todo ese sufrimiento resulta gratificante porque le hace sentir poderoso o al menos útil al ayudar a otros, salvar a otros.
Este estado de inmadurez lleva a la necesidad de rescatar a los demás ayudando, y para rescatarlos, necesita ver en los demás, personas con problemas, vulnerables, enfermas, débiles, dependientes, y se siente incómoda ante personas que se muestran con iniciativa, que rehúyen de su ayuda. Esa aparente empatía, se convierte en irritabilidad y ofensa al verse despreciado, incluso, puede sentirse molesto por el éxito autónomo, sin su ayuda o incluso no reconocerlo o criticarlo como alcanzado por una vía ilegítima o la ayuda de otra persona.
Esta persona dadivosa puede mostrarse como una madre sobreprotectora, como alguien servil a su pareja o como un auténtico Al Capone.
En definitiva, la persona ayuda por orgullo, por autoestima, por el engrandecimiento del «yo» y no porque el «yo» sea grande.
El ayudar nosicéntrico
Una persona que ayuda de forma nosicéntrica claro que muchas veces se «siente bien» ayudando, pero no depende de ese sentimiento para ayudar. Tampoco lo hace por reconocimiento pero lo agradece si se da. No espera reconocimiento, ni sentirse bien, lo que busca es realizarse como un yo auténtico desde un nosotros-maduro que habita en su hogar interior. Al ayudar no está cubriendo una necesidad sino que está expresando su grandeza de ánimo.
Si ayuda no es por sentirse bien o recibir la gratificación al ver los resultados, lo hace movido por el sentido, no por un posible placer para el cuerpo o una gratificación para la mente. En definitiva, es el amor maduro quien mueve a la ayuda nosicéntrica. Y ese mismo amor hace que la persona se sienta tan satisfecha ayudando a otro a tener éxito como verlo triunfar por sí mismo, sin necesidad de su ayuda.
Así, la ayuda no es por necesidad de ayudar, sino por un deseo libre, lo que se conoce como «querer», así que la persona ayuda por que quiere de corazón, por que le da la gana. Y tanto si ayuda como si no ayuda, la persona se sabe amada incondicionalmente y amante hasta la entrega de sí en un nosotros-maduro, donde la entrega del «yo» al «nosotros» hace al «yo» más «sí mismo».
Por tanto, para ayudar desde el nosicentrismo es requisito imprescindible habitar en un nosotros-maduro. Tener resuelta la necesidad afectiva fundamental de saberse amado incondicionalmente, haga lo que haga.
Consecuencias de cada tipo de ayuda
Las consecuencias son claras, la ayuda egocéntrica genera adicción a las acciones de ayuda, la ayuda alocéntrica genera poderío (necesidad de independencia) o servilismo (necesidad de dependencia).
La ayuda nosicéntrica genera libertad, interdependencia, deseo de ayudar pero a la vez, serenidad y paz si no es posible ayudar. El egocentrismo genera tristeza y ansiedad si no se ayuda y el alocentrismo, culpabilidad y frustración.
Será necesario una educación sensible para enseñar a ayudar con madurez; ayudar a ayudar de forma nosicéntrica.