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by Miryam Muñoz Guitart, Cristina Rodríguez Álvarez / marzo 10, 2022

Testimonio PAS: Gabriel Yanguas

Administrador de Sistemas en Fundación Manantial Me han pedido que escriba un testimonio. Que hable sobre cómo fue enterarme de que era PAS. La psicóloga que me lo dijo no tuvo ninguna duda. Le bastó la primera página de un relato que escribí hace años para sospechar que lo era,…

Administrador de Sistemas en Fundación Manantial

Me han pedido que escriba un testimonio. Que hable sobre cómo fue enterarme de que era PAS. La psicóloga que me lo dijo no tuvo ninguna duda. Le bastó la primera página de un relato que escribí hace años para sospechar que lo era, y un par de test para confirmarlo. He leído de gente que, al enterarse, lloró de alegría.  Eso es quedarse corto, porque esas lágrimas de felicidad se llevan consigo un lastre con el que se ha cargado durante años.

Es liberador saber que eso que no sabes qué es, que no sabes identificar pero que te abruma, te vence y te enamora, no es una rara enfermedad que sólo tengas tú: Es algo habitual. Algo que tienen más personas de las que uno puede sospechar. Pero todos lo llevamos por dentro, como algo de lo que avergonzarse. Y con la confianza, un día lo sueltas: «Oye, que siento las cosas de manera diferente». Hay gente que no dice nada, o se queda igual como si lo anotase en una lista de cosas que no le importan (normal, por otra parte). Pero hay quien te responde que le pasa lo mismo. Y el corazón salta de alegría.

Me encanta escribir y aun así me resulta terriblemente difícil hacerlo sobre esto. Porque las sensaciones y emociones se amontonan buscando salir a la vez. Toca ordenar el corazón, y la cabeza, y el alma. Es en ese orden donde muchas veces se pierde parte de lo que quieres contar. Da rabia. Y frustra. La frustración es parte de esto, del día a día. Porque sabes que podrías hacerlo mejor, que podrías hacer más; que podrías escribir mejor sobre lo que sientes, por ejemplo. Lo intentas. Y cuando lees lo que has puesto, es que queda tan lejos de lo que tienes dentro que da mucha rabia.

«¿Cómo es ser PAS?» Pues… No lo sé… ¿Cómo es no serlo? Con el tiempo entendí que ser PAS muchas veces se siente como vivir en un cuadro de Van Gogh, o de Rembrandt. Pero mejor. Porque no sólo lo ves: Lo oyes, lo hueles, lo saboreas, lo palpas… Y sientes que Dios existe, y te ha metido en una obra maestra donde todo es una sinfonía en la que encaja hasta el más mínimo detalle. Cuando uno es consciente de esto, es que va por un parque, o el monte, o simplemente mira al horizonte y no puede evitar echarse a llorar. La gente te mira raro: «¿Pero por qué lloras?», te preguntan. Y si ya es difícil explicarlo por escrito, se puede imaginar el lector cómo es hablar de ello «sobre la marcha» en una conversación cotidiana.

Cuando sabes de qué va la película, se lleva muy bien y se disfruta, aunque también tiene sus puntos negativos. Porque del mismo modo que uno puede ir al campo y disfrutar oliendo las flores al tiempo que siente la brisa en la cara, el suelo húmedo bajo sus pies, y las hojas meciéndose al viento en las copas de los árboles, también «sufre» con el día a día. El transporte público en hora punta puede ser una auténtica pesadilla porque hueles a cada persona, la oyes, la notas a tu lado… Como también notas el vaivén del vagón, oyes los chirridos que provoca a cada curva, sientes en tu mano el frío de la barra a la que te estás agarrando, el olor tan característico que tienen los propios túneles… No te has recuperado de eso y ya estás saliendo a la calle donde hay más de todo. Claro, así para cuando llegas a casa, estás agotado mentalmente y sólo quieres quedarte diez minutos a oscuras y en silencio.

Lo peor, sin lugar a dudas, de ser una persona con alta sensibilidad, es cuando no sabes que eres alta sensibilidad. Imagina ir siempre con un reloj que da mal la hora y que sólo ves tú. Miras la hora que marca y dices «Vale, son las 10». Tú no tienes ni idea de que tu reloj puede marcar una hora diferente porque nadie te lo ha explicado, pero todo el mundo te dice que son las 12, y te piden que hagas todo como si tu propio reloj marcase las 12 porque es lo que esperan de ti. Tú miras tu reloj y piensas «Pero si son las 10», y te pasas la vida llegando tarde a todas partes, aguantando regañinas, enfados y demás.

Pues cuando tienes alta sensibilidad es parecido. Porque nadie te ha explicado que tú sientes las cosas de otra manera. Tú te crees que el resto las siente igual, claro, porque no tienes manera de pensar que tu «medidor» funciona diferente. ¿Qué pasa? Que entonces si tienes más empatía que el resto te encuentras llorando con cualquier escena bonita de una película mientras los demás parecen no inmutarse. O te encuentras incapaz de estudiar por la tarde porque estás agotado mientras que el resto de tus compañeros hace las cosas a tiempo. Y de repente puedes ser un vago, o un ñoño porque si no te entiendes ni tú, te va a entender el resto. Y vivir así es terrible. Genera una ansiedad tremenda. En mi caso, llegó un punto en que me tocó ir al médico a explicar cómo me sentía porque no era capaz de gestionarlo. Me diagnosticaron un Trastorno de Ansiedad que, con los años, comprendí que vino derivado precisamente de estar tanto tiempo sometido a situaciones de estrés en casa y en clase.

He escrito, borrado y vuelto a escribir este puñado de párrafos porque, como he dicho, siento que podría haberlo hecho mucho mejor, que me dejo mil cosas. Pero, aunque hay días que lo único que se quiere es dejar de sentir, de hacer tuyos los problemas de los demás, de sufrir por las situaciones por las que pasan amigos o familiares… Debo decir que la mayoría de días, cuando se aprende a gestionar todo lo que uno tiene encima, son muy buenos.

Sé que ahí fuera hay mogollón de gente que tiene una sensibilidad enorme, increíble e inimaginable y que, aun siendo un auténtico regalo, no la terminan de entender y no la dejan de sufrir. Sé que hay gente deseando dejar de sentir e incluso de vivir porque no pueden más con todo lo que tiene encima. Es por ellos que he querido escribir esto, porque confío en que esto que digo pueda ayudar, aunque sea a una persona. Y que vea que no pasa nada: No pasa nada si vas por la calle escuchando una canción y ese piano te emociona hasta tal punto que no puedes evitar llorar. No pasa nada si alguien te ha escrito una chorrada por whatsapp y todo lo que quieres es saltar de alegría. No pasa nada si no puedes ver las noticias porque el dolor que te provocan es tan grande que no lo puedes soportar. No pasa nada si necesitas diez minutos sin ruido porque la cabeza no te da para más. No pasa nada si los demás no entienden por qué te has quedado diez minutos mirando una fotografía de tus padres y te has perdido en los detalles. No pasa nada si cuando un amigo o una amiga, te dice algo negativo, te pierdes en una maraña de quizás que nunca fueron.

Cuando se tiene alta sensibilidad y se sabe, es como una maldición que gusta cuando hiere. Porque con ella a veces no se vive, pero sin ella uno se muere.

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