Un mentor de sensibilidad, suele ser alguien con alta sensibilidad que tiene la visión de ayudar a otras personas mediante la conversación. Precisamente su alta sensibilidad le ha hecho experimentar lo que es «sufrir de corazón», sabe lo que es resurgir de las cenizas y cuenta con la motivación, la experiencia y la formación para ayudar a otros a vivir su sensibilidad como un regalo, y no como una desgracia.
Hablar con un mentor de sensibilidad es compatible, si es preciso, con recibir atención clínica para afrontar posibles daños psicológicos que se hayan podido ocasionar los impactos negativos en la sensibilidad.
El mentor de sensibilidad es alguien experimentado que ofrece la posibilidad de ayudar a otros en su sensibilidad a través de esas experiencias que ha ido acumulando a lo largo de su vida. Y si no hay problemas clínicos, no es necesario derivar a un clínico. Todas las personas, según sus entornos y su sensibilidad, pueden quedar dañadas en su sensibilidad, pero eso no tiene que derivar de forma necesaria en un trastorno clínico, y tampoco sería razonable, aplicar tratamientos médicos a todos los problemas de la vida: «matar moscas a cañonazos, por muy molestas que sean las moscas».
Clinicalizar los problemas espirituales es uno de los grandes errores de nuestra sociedad racionalista
Pero aún en el caso de que la persona necesite o le convenga, acudir a una consulta psiquiátrica, esté siendo medicado y esté realizando algún tipo de psicoterapia, la posibilidad de conversar con alguien amigable puede traer paz y nunca está de más. Y si además, ese conversador cuenta con experiencia en la cicatrización de sus propias heridas del corazón; las que se encuentran más allá del limite mental (Polo, 2016), a las que los profesionales de la mente no pueden llegar, mucho mejor.
Un mentor de sensibilidad fundamentalmente escucha con empatía y el mentorizado puede hablar el tiempo que necesite sin ser juzgado, pudiendo ordenar sus propias ideas y si resulta oportuno, recibir alguna sugerencia o consejo que surja dentro de la sinergia de la conversación.
En España existe la Asociación Española de Educación Sensible que capacita cómo mentores a personas con altamente sensibilidad que han cicatrizado heridas de su corazón o profesionales de la educación, que sin contar de forma necesaria con alta sensibilidad, son capaces de empatizar y acompañar como educadores profesionales de la sensibilidad con empatía, sinceridad y respeto, creando un ambiente positivo y seguro.
¿Quién puede ser mentor de sensibilidad?
Un buen mentor de sensibilidad puede ser cualquiera y a la vez, cualquiera puede no llegar a ser nunca un buen mentor si no está dispuesto a habitar en su propio «hogar interior». Incluso, puede suceder que uno está en disposición de ser mentor, pero desde que abandona su hogar interior, ya no puede ser buen mentor: digamos que es como un estado de forma que uno tiene que cuidar si quiere ser mentor. Pero este estado de forma no consiste en ser una súper-mujer o un súper-hombre, sino la mujer o el hombre original, aunque tenga multitud de defectos, limitaciones y miserias.
La clave para ser mentor no es ser perfecto sino ser auténtico
El buen mentor de sensibilidad no es una persona súper-espiritual. Es alguien con una espiritualidad sensible, pero a la vez muy sencilla.
No es alguien con una súper-voluntad, ni un súper-control-mental que le haga impasible a lo que ocurre a su alrededor, sino alguien que sigue teniendo alta sensibilidad, se ve afectado por todo, pero va aprendiendo a gestionarlo con paz, sigue viviendo con intensidad, captando todo tipo de sutilezas y pensando a fondo lo que ocurre, pero con tendencia a la serenidad, a la esperanza, a la comprensión, al agradecimiento, a la compasión, al perdón y a la alegría de saberse su versión original. No es alguien que no se cae, sino alguien que se levanta.
Esto no se consigue por las propias fuerzas, sino dejándose alimentar por el propio origen, protegiendo sus momentos de intimidad con el origen. Esos momentos no son de poner la mente en blanco, sino de reencontrarse con el propio origen y permitir que el origen renueve sus fuerzas para seguir viviendo con originalidad, desengañado de todo y no engañado por nada.
Quien no cuida estos «momentos sagrados», de cosas de las que ya se había desengañó, se sorprende nuevamente engañado. Y convendrá no lamentarse ni recriminarse, sino aceptarlo, agradecer el caer en la cuenta y volver al origen, una y otra vez.
Un mentor de sensibilidad no suele ser la mejor versión de sí mismo, pero sí una versión original de sí, y eso es una fuente de felicidad profunda que se vive desde el espíritu, aunque a veces la mente o el cuerpo no acompañen. Además, si fuese la mejor versión de sí mismo, corre el peligro de volverse a engañar por sus fuerzas, por su talento, por su voluntad, por su capacidad, sus logros.
Cuanto hay que agradecer el ser la versión original, pero lejos de la mejor versión de uno mismo
Gente muy preparada intelectualmente, con muchos títulos y experiencia, miran desde lejos esta propuesta, pero les repele porque no existen una fórmula probada, un cómo estandarizado de mentoría de sensibilidad, sino que cada mentor es original y no requiere de mucho aparato académico, basta con ser muy humano, contar con una sensibilidad experimentada, cicatrizada y formada para acompañar desde la conversación inocente, más propia de niños que de eruditos.
Tampoco es un buen mentor el que va de líder carismático o motivador profesional. Esas personas seducen, pero no satisfacen las necesidades de un corazón herido. El liderazgo del mentor de sensibilidad está en su ingenuidad que encuentra belleza donde otros sólo ven miseria.
Tampoco pueden ser mentores los gnósticos, los esotéricos, los que apelan a no se sabe que magia, conocimiento superior o niveles superiores de conciencia. No va por aquí. El mentor de sensibilidad, precisamente se sabe nada y menos que nada, pero su sensibilidad le conecta con el origen de todo, que se manifiesta por su humildad. Esto es un objetivo tendencia, que el mentor deberá cuidar con su conexión constante con su origen para que fluya su originalidad. En definitiva, el mismo origen que hace mentor al mentor es el que transforma al mentorizado, aunque la originalidad consecuente del mentor y la del mentorizado son precisamente irrepetibles y singulares, pero igualmente originales.
Tampoco pueden ser mentores de sensibilidad los «ganadores profesionales», los que han pasado por la vida triunfando y jamás han vivido la derrota; nunca han perdido, no se han equivocado, no han fracaso, o al menos no lo reconocer. Y en consecuencia, no tienen ni idea de lo que significa vivir en la desolación.
«Titular» en el «máster del sufrimiento» es lo que capacita al mentor de sensibilidad para acompañar mejor.
Tampoco pueden ser mentores de sensibilidad los optimistas empedernidos, los que ven todo positivo y no saben lo que es el miedo, la ira, la tristeza, el asco o la vergüenza, imprescindibles para empatizar con la injusticia y el sufrimiento de los demás.
Así se entiende lo que comentaba antes, que un mentor de sensibilidad no es una súper-mujer ni un súper-hombre, sencillamente es alguien que sabe lo que es llevar la penosa carga de la vida, que capta con su alta sensibilidad y lo vive como una gran bolsa repleta que se va rompiendo y que se va pasando de una mano a otra para llegar a casa cuanto antes. Pero si la bolsa se rompe, ruedan las naranjas, se estallan los huevos, el mentor es como un niño que se deja ayudar por el origen, que le da otra bolsa, le ofrece naranjas mejores y le repone los huevos. Y el mentor, por más niño, deja que su origen le ayude a llevar la compra. El niño orgulloso, lleva un carrito con cuatro cositas y el papá, toma el carrito grande a rebosar con todo lo necesario para la semana. Su debilidad es la fuerza que atrae a su origen y le repone la compra, la mejora y se la lleva a casa.
El mentor de sensibilidad puede ser alguien mental y espiritualmente enclenque, pero su sensibilidad sanada, le conecta con su origen que le permite ser original, inigualable, creativo y sorprendente.
Y uno puede pensar que nadie puede ser así, al menos siempre, y es por esto, que otra característica de los mentores de sensibilidad es la de ser incoherentes y poco estables, que se pasan la vida comenzando y recomenzando, tratando de hacerlo con paz y alegría, pues
La clave no está en guiar al mentorizado, sino en enseñar a que el mentorizado aprenda a guiarse por su propia luz interior.
El mentor de sensibilidad no es quien da la luz, sino como la luna, refleja la luz del sol que es la originalidad de la persona que recibe la mentoría. Persona que se encuentra en la oscuridad perdida en el bosque de la vida y el mentor con su presencia puede acompañarle a encontrar su «hogar interior» y que no se conforme con un «refugio», que por el camino, si es largo, convendrá tenerlos, pero sólo son de paso.
Así, si te ves pequeño, atraído por algo más grande, sin luz propia que dar a los demás, lleno de cráteres y manchas, con tendencia a menguar y llenarte, a lo mejor eres una una luna humana; alguien que puede ser una gran mentora o mentor de sensibilidad y puedes trabajar con nosotros.