Catedrática de Educación y Vicedecana de Innovación, Investigación y Comunicación de la Facultad de Educación. Investigadora Permanente de la Cátedra UNESCO sobre Valores y Comunicación, directora de la primera Cátedra en educación de la Universidad de Zaragoza, Innovación Educativa Juan de Lanuza. Fundadora y directora (2012-2018) del Grupo de Investigación Consolidado Coaching y emprendimiento para el desarrollo personal y profesional del Gobierno de Aragón. Dirige el Máster en Educación Socioemocional para el desarrollo personal y profesional y el Máster Universitario de Aprendizaje a lo largo de la vida: Iniciación a la investigación. Experta en Educación en la Unión Europea. Premio a la Innovación Educativa del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza (2012), finalista en un premio sobre Mujer Emprendedora (2014), sobre investigación transcultural en Colombia (2015) y el último sobre uso de las tecnologías innovadoras en formación 2016 por la Cátedra Santander. Finalista de Premios Abanca al Mejor Docente de Universidad en España (2017) y primera mujer docente.
Los docentes estamos transitando hacia nuevos roles, ¿cuál es el papel actual del docente en el aprendizaje? ¿Qué habilidades primarán en los docentes para sobrevivir a esta transformación?
Se suele pensar en las habilidades tecnológicas, pero hay otras que son clave. Sin duda, hay que saber autoaprender, adaptarse a las circunstancias y tener una actitud de mejora y la actitud proactiva, pero es fundamental ser modelos. Pienso en el Proyecto DeSeCo y las tres grandes categorías de competencias: tecnológicas, autónomas y participativas, o en los cuatro pilares de Delors. Otra habilidad fundamental es la empatía, como remarca el árbol de Lifecomp: https://www.fundaciontrilema.org/project/lifecomp/.
En él se destaca la flexibilidad, la autorregulación, el pensamiento crítico, aprender a gestionar, la comunicación y la colaboración, en fin, habilidades clave para la actualidad, con un enfoque integral de la persona.
En cuanto al impacto de la pandemia: ¿qué hemos aprendido en la docencia universitaria? ¿qué buenas prácticas debemos mantener y cuáles corregir o erradicar? Entre los cambios observados, ¿cuáles te parecen necesarios en las metodologías?
La pandemia nos ha vuelto más vulnerables y sensibles, así que el gran poder no es la información, que nos viene sesgada, o la economía, sino, sobre todo, el poder sobre nosotros mismos.
También está habiendo mucho impacto en la salud mental: en personas jóvenes, por ejemplo, estamos viendo un aumento de depresión, ansiedad, fobias, suicidio, etc. Las habilidades de socialización se han visto muy afectadas, el miedo a quitarse la mascarilla.
Yo creo que la pandemia nos ha hecho darnos cuenta de lo importante que es la presencialidad, aunque es verdad que las reuniones virtuales son más eficaces y ya están plenamente integradas en nuestras costumbres porque facilitan la conciliación y la flexibilización de horarios.
Metodológicamente, para mí la enseñanza híbrida ha sido algo muy difícil. En mis clases potencio el aprendizaje colaborativo, sin descuidar, claro, el individual, pero he observado a muchos estudiantes perdidos, que a pesar de ser nativos digitales no poseen las competencias reales para saber usar las herramientas digitales para aprender.
Estamos ante un nuevo paradigma, pero lo que debe primar es el respeto, el reconocimiento del otro, como la pedagogía de la alteridad de Raquel Ortega. También es básica la participación ciudadana en los cambios. Me gusta la teoría de la complejidad, aquello de que las alas de la mariposa pueden desatar movimientos en otro lugar. La formación en valores es fundamental, y conste que entiendo la espiritualidad desde la libertad.
Actualmente prefiero los perfiles que aúnan ciencias con humanidades. Por ejemplo, se ha observado un aumento de estudiantes de filosofía. En esta coyuntura resulta fundamental el desarrollo de la inteligencia intrapersonal. En cuanto a la psicología sistémica de Bert Hellinger me parece un gran aporte su noción de dar y recibir, y el derecho a estar incluido. Son nociones básicas pero que operan tanto en lo macro como en lo micro: todos debemos trabajarnos la tendencia al rechazo, y digo trabajar porque me parece fundamental el esfuerzo y el trabajo para ser maduro, especialmente a medida que vamos asumiendo nuevas responsabilidades. Es imprescindible para las personas que ocupan cargos públicos. Para mí lo perfecto es aquello que intenta mejorar.
¿Qué ejemplos de instituciones admiras? ¿Qué mejoras propondrías a corto plazo en la Universidad de Zaragoza, para ponerse a la altura de instituciones más punteras: inversión en investigación, laboratorios más modernos,
formación del profesorado, ampliar la oferta de grados online?
He tenido la oportunidad de conocer otras universidades españolas y europeas con los Convenios Erasmus y me parece que los países del norte europeo, como Dinamarca, trabajan más la competencia comunicativa (habilidades oratorias, desde pequeños), invierten más en I+D. Los profesores están mejor reconocidos en sociedad, y también ganan mejores salarios, lo cual dignifica nuestro papel en sociedad. Al fin y al cabo, somos agentes del cambio social.
Aunque me concibo como una ciudadana del mundo, y abogo por las identidades inclusivas, por otro lado, creo que la Universidad de Zaragoza no tiene nada que envidiar a otras. Hay muchas iniciativas muy interesantes, y profesionales muy comprometidos, Centro Ramiro Solans, Lanuza, Alpartir, etc. Pienso también en programas como Hipatia, la escuela del grado, la escuela del máster, o los muchos programas de innovación docente.
La misma sociedad nos va poniendo problemas a resolver, hay muchos profesionales implicados y me gusta ver la permeabilidad, los convenios entre la privada y la pública, tanto en instituciones como en la educación. Huyo de las etiquetas, así que creo en la sinergia de los equipos interdisciplinares.
Uno de los inconvenientes es la burocratización: yo optaría por seguir invirtiendo en calidad, pero simplificar los procesos. Por ejemplo, actividades en la pandemia como los tribunales, tutorías y reuniones online, se han revelado eficaces y creo que podemos rescatarlas y mantenerlas.
Por otro lado, a los alumnos al otro lado de la pantalla, en clase, les digo que es cuestión de decoro, que, si en clase no se tapan la cara, por qué hacerlo en casa.
Es llamativo que algunos profesionales que trabajan con ordenadores hagan descansos semanales, días sin pantalla, y lo inculquen a sus hijos, como hábitos sanos. Me parece que nos debe llevar a reflexionar sobre la dependencia del móvil o del ordenador, y ser capaces de establecer tiempos de descanso y desconexión.
Por tu experiencia con el máster socioemocional, ¿cuál te parece el impacto y papel de las emociones en el aprendizaje? Dinos cuál es el perfil intelectual y emocional del alumnado actual: tendencias, carencias y fortalezas.
El debate ahí radica en si debe ser transversal o debe impartirse como asignatura. Yo me decanto por lo primero. También me parece importante desarrollar el pensamiento crítico. Hay otras comunidades autónomas que ya han puesto en marcha programas, y en algunas hay módulos específicos de educación emocional integrada en el currículo, como Baleares o Castilla-León.
Insisto en que debemos trabajarlo primero todo esto en nosotros mismos y también creo que es una competencia que ha de impartirse en la formación del profesorado. Pienso también en los políticos: todo funcionaría diferente si tuvieran una mejor gestión emocional y mejor manejo de las habilidades sociales. Imagínate si antes de ser diputado, por ejemplo, hubieran de tener una formación en competencias socioemocionales.
En primaria y secundaria, actualmente, ¿dónde crees que se debe incidir para que el alumnado llegue adecuadamente preparado y con las competencias necesarias para una buena consecución de sus estudios universitarios?
Leí recientemente que en la actualidad la juventud lee más, y aunque tengo la impresión de que cometen más faltas de ortografía que nuestra generación, me parece un cambio positivo. Habría que analizar si por leer más, se tiene mejor comprensión del texto.
Otro asunto notorio es que me parece que los formadores, padres y profesores debemos preguntarnos por qué el alumno tiende a venir con poca autonomía a la hora de aprender. Es verdad que se va subsanando a lo largo de la carrera, pero, en general, puede verse que vienen con poca autonomía.
Además, les falta decisión, madurez a la hora de tomar decisiones y resolver conflictos. Conste, con todo esto, que no se puede generalizar.
El papel de la innovación. ¿cuánta, quién, dónde, cuándo?
Para mí la innovación es una forma de vida, una actitud, al margen de que se pueda sistematizar, Lo que me gusta no es tanto innovar por innovar, sino la actitud de mejora que subyace. Como profesor, detectas una carencia y la quieres subsanar.
Algo importante es que la innovación hay que evaluarla.
Háblame sobre cómo enfocas la atención a la (neuro)diversidad, en el trato de las altas capacidades y de la alta sensibilidad en el aula.
Abogo por los enfoques inclusivos, por reconocer las capacidades diversas. Además, el profesor ha de dar atención diferenciada, flexibilizar y atender cada necesidad. Por otro lado, se puede aprovechar, por ejemplo, el saber de los alumnos con altas capacidades, para que cooperativamente, la aprovechen también los de su nivel. Aprovechar los talentos de todos, potenciarlos en grupo, la inclusión es clave.
Hoy en día se habla de atención a la diversidad, de inclusión, de neurodiversidad. ¿Cómo aplicamos desde la docencia nuestra inteligencia emocional para efectuar esta acogida, esta integración positiva? ¿Qué virtudes y cualidades necesita el docente de hoy en día para gestionar esta realidad en concreto?
Realmente cuando hablamos de las palabras “diversidad”, “inclusión” o “integración” lo importante es lo que hay detrás de esa palabra, realmente quizá la palabra más inclusiva, valga la redundancia, sería apostar por una inclusión y una convivencia, que es una palabra que me gusta mucho, como bienestar. Cuando hablamos de integración, ¿a quién hay que integrar, a los distintos o a los no tan distintos? El foco hay que ponerlo en que todas las personas pueden aportar e importar, y hacerlo desde una visión sistémica: cuando puedes poner una rampa para una persona pueda subir, muchos otros pueden disfrutar de ello.
Es un cambio de mirada, como el DUA (Diseño Universal de aprendizaje) plantea. También el Index lo plantea, y esto es realmente esencial. El docente debe tener algunas cualidades: competencias de ser y estar, creer en esto y sentirlo, es un reto y tenemos que seguir trabajándolo todos los días, y estar en constante formación para hacer un enfoque inclusivo lo más real posible, atendiendo a que a veces unas personas necesitan más y a veces menos de una cuestión en concreto.
Dentro de la neurodiversidad, encontramos términos como la sobreexcitabilidad, la alta sensibilidad y las altas capacidades. ¿Crees que la atención a esta diversidad, en el aula, se puede trabajar desde la emotividad, la creatividad y la innovación?
No es que lo crea, es que es necesario. Crear etiquetas tiene sus retos, es importante saberlo: la sobreexcitabilidad, las altas capacidades, la alta sensibilidad… Siempre que se crea una etiqueta engloba eso, pero hay mucho más. No todas las personas con altas capacidades o con alta sensibilidad son iguales, es importante remarcar que cada una es diferente y tiene su forma de ser. Si esa etiqueta sirve para empoderar, y hablar de conductas y no del ser (porque ser es identidad y es más permanente), bienvenido sea, porque ayuda a darle y ofrecerle unas adaptaciones (enfoque inclusivo) y con eso todos disfrutan. Por ejemplo, hay centros con aulas de altas capacidades y a esas aulas van también el resto de los compañeros. Esas cuestiones pueden ser reconocidas, disfrutadas y aprendidas por todos, con esa idea de reconocimiento al otro.
¿Qué opinas sobre la teoría de la desintegración positiva dabrowskiana? ¿la tienes en cuenta como educadora?
Me parece muy interesante con esos niveles de integración primitiva, deintegración mononivel, desintegración multinivel, la cuarta, que es ese multinivel más organizado o una integración secundaria. Sé que hay mucho trabajo sobre ello actualmente, enfocado a las altas capacidades. La mirada que comentábamos antes trata de mirar en positivo cómo todas estas personas pueden avanzar.
Dabrowski en 1964 con su teoría ya planteó un reto: no mirar esto con ojos negativos, sino con un proceso de inclusión positiva. Al fin y al cabo, estas personas forman parte de una herencia (factor primario, ambiente), y de un factor autónomo, de lo que ellos acaban experimentando. Así que creo que sí que se tiene en cuenta para saber tener una visión más completa de cómo una persona se desarrolla en el plano psicomotor, sensitivo, intelectual, emocional y plantear unos niveles de desarrollo dinámicos y cambiantes, entendiendo las peculiaridades de cada persona.