Recuerdo que cuando era pequeña, temía a los monstruos de mi cuarto. Recuerdo llorar todas las noches asustada por ese monstruo que debajo de mi cama esperaba un descuido de mi persona para lastimarme. Recuerdo no poder abrir los armarios en la oscuridad pensando que algún ser saldría a hacerme daño. Recuerdo temer la ropa amontonada en la silla de mi habitación pensando que alguien estaba sentado ahí observándome. También recuerdo mi inocencia al taparme con mi manta hasta la cabeza, pensando que de esta manera estaba segura de cualquiera.
Con el paso del tiempo los monstruos se fueron de mi habitación. Creo que sintieron pena por mí. El monstruo que habitaba debajo de mi cama debió de marcharse destrozado por todas las noches en vela que me pasé llorando porque odiaba mi vida. El monstruo de mi armario se fue asustado viendo como por cada prenda que me probaba derramaba una lágrima al ver que no me sentaba bien y no me veía bonita con nada.
Ellos se fueron porque vieron que en mi habitación reinaba un monstruo más peligroso que cualquier otro. El Rey. Se dieron cuenta que el monstruo vivía en mí. Dentro. Matándome de manera lenta pero dolorosa matando a alguien que en algún momento fue muy feliz. Se dieron cuenta de que el verdadero monstruo, al cual temía y odiaba, era yo misma.
Y es que nosotros, los humanos, nos creamos seres ficticios para temerlos y dejar de temernos a nosotros mismos. Nos inventamos seres que den más miedo que nosotros porque nuestra mente no quiere aceptar que los malos no son ellos sino nosotros. Y, honestamente, eso es lo que más miedo me da de nosotros. Vivimos rodeados de criaturas que nos dañan continuamente. Los humanos somos el único veneno realmente moral para nosotros mismos. Somos una especie suicida. Somos nuestros propios asesinos y verdugos.
Las peleas mentales matan de manera lenta.
Las peleas mentales matan de manera lenta. Los comentarios ajenos solo hacen que ese ser interior corte nuestro ya roto corazón hasta llegar a romperlo en mil pedazos. Ese es el momento cuando tú ya no estás vivo, pues el veneno ha sido potente. Ese es el preciso momento cuando el monstruo gana la batalla y luego se va buscando a otra víctima.