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by Marisol Ortiz Treviño / octubre 10, 2022

La compasión en la educación sensible

Muchas veces nos preguntamos que emoción o sentimiento podría ser un buencompañero de viaje ante ese camino lleno de sorpresas y adversidades que es la vida.Qué disposición u orientación es más adecuada para sobrellevar con resiliencia yesperanza un mundo que nos pone a prueba tantas veces. Sobre todo, en el…

Muchas veces nos preguntamos que emoción o sentimiento podría ser un buen
compañero de viaje ante ese camino lleno de sorpresas y adversidades que es la vida.
Qué disposición u orientación es más adecuada para sobrellevar con resiliencia y
esperanza un mundo que nos pone a prueba tantas veces. Sobre todo, en el caso de
disponer de una tendencia natural a analizar con gran profundidad todo lo que nos rodea
según un sentido de vida. Como suele ser propio en personas con una alta sensibilidad.

¿Podría ser la compasión un sentimiento de ese tipo?

¿Podría la compasión hacia los otros y hacia uno mismo dotar de fortaleza ante las adversidades?

Existe una opinión generaliza sobre el concepto de compasión, dicho sea de
paso, más propio del mundo occidental, el cual considera este sentimiento como una
debilidad que reduce a la persona, la limita o la hace más pasiva. Es decir, un
sentimiento que obliga a actuar o dejar de actuar, en beneficio de los demás movido por
un sentimiento de pena que podrían utilizar los otros para abusar de nuestra bondad.
Una pena limitante cuando proyectamos el sufrimiento de las otras personas en nosotros
mismos, lo cual podría derivar, hasta si se permite decir, en un acto egoísta, actuando
solo para aliviar nuestro propio sufrimiento que nos ha sido trasferido al sentir tal pena
y no movidos realmente por la compresión del sufrimiento del otro, no movidos
realmente por puro altruismo. Una visión que podría mostrar la compasión como el
enemigo de las personas que se proponen mejorarse a sí mismas, puesto que la
pena podría “limitar” la capacidad de acción para actuar en beneficio propio.
Son
algunos de los argumentos comúnmente extendidos sobre la compasión que pueden
derivar de la conceptualización que ya se hacía en la Grecia Clásica mediante la
influencia de Platón (427 a.C-347 a.C) quien entendía este concepto como un acto
egoísta realizado por personas débiles, visión apoyada a su vez por Nietzsche (1844-
1900) que lo veía un acto nihilista que deprime a quien la practica (García-Campayo,
Cebolla y Demarzo, 2016, pp.35-40).

Sin embargo, el termino de compasión que defiende este artículo y que deriva de
la visión del mundo oriental, más concretamente, de las prácticas meditativas orientales
a partir de las cuales se originó el mindfulness, un entrenamiento mental que proviene de
las prácticas de la meditación oriental pero despojado de sus ideologías religiosas ya que su
aplicación y estudio científico se ha destinado al ámbito de la salud (Arpa, 2017); La
compasión aquí tiene una consideración ciertamente distinta. Más que tomarla como
una debilidad, la compasión se define como una fortaleza que ayuda ante las
situaciones adversas. Una compasión que no suprime la responsabilidad de los
propios actos ya que produce un estado de bienestar a la persona que la posibilita a
lograr un papel activo para mejorar su situación
o la de los otros ya que, solo
encontrándose bien uno no carga con la limitante pena, la persona se encuentra
capacitada para poder ayudar o tratar de aliviar el sufrimiento propio y de los otros
(García-Campayo, Demarzo y Modrego, 2017). Por tanto, la compasión aquí es
entendida como “la profunda consciencia del sufrimiento de uno mismo y de los otros
seres vivientes, junto con el deseo y el esfuerzo de aliviarlo” (Gilbert, 2015; citado por
García-Campayo et al., 2017, p.96). Un deseo y un esfuerzo que no culpabiliza y reduce

a la persona que lo practica, sino que la orienta a mejorar y crecer desde las propias
posibilidades, comprendiendo las propias capacidades y limitaciones con actitud amable
hacia uno mismo.

En resumen, las diferencias interpretativas sobre el término compasión entre la
visión occidental y oriental se deben principalmente a comprender la compasión en el
primer caso en un nivel sentimental e irracional y, en el segundo caso, a entenderla en
un nivel cognitivo, es decir, como “una motivación que orienta nuestra conducta”
(García García-Campayo et al, 2016, p.40) pudiendo producir beneficios a quien la
practica tales como mayores cotas en la competencia social, dominios de aprendizaje,
salud y desarrollo socioemocional, flexibilidad cognitiva y retraso de la gratificación,
factores que contribuyen en la mejora de un comportamiento prosocial
(Flook,
Goldberg, Pinger y Davidson, 2015).

Viendo los beneficios que puede aportar el desarrollo de la compasión mediante una
práctica sistematizada, como la que brinda la meditación en la compasión del mindfulness,
también podríamos preguntarnos si hay personas que tengan una predisposición natural
más avanzada para ello y, por tanto, para beneficiarse de sus ventajas. Y quizás si nos
fijamos en el primer objetivo que tiene este tipo de práctica, que se focaliza en
comprender el punto de vista ajeno ante una situación de sufrimiento, podría decirse que
la tendencia a tener una alta empatía, ser sensible a lo que los otros experimentan,
podría ser el garante para llegar a ser una persona con alta capacidad para desarrollar
esa compasión si se lo propone y lo entrena, es decir, si lo considera un ingrediente
necesario para configurar su yo auténtico o lo que pretende ser por conciencia. Lo que
en otras palabras podría decirse como una persona que disponga de una alta sensibilidad
y que se encuentre predispuesta a desarrollar su “tercer factor”, aquella persona que de
manera libre persiga autoconfigurarse en base a su propio propósito de vida (Martínez,
2022, pp.79).

Sin embargo, para poder beneficiarse de un mundo más compasivo lo ideal sería
que no solo estuviera en manos de personas que de manera natural se encuentren más
predispuestas, sino que, en general, existiera esa tendencia independientemente de las
capacidades iniciales ya que es un rasgo que puede desarrollarse. Lo más importante es
entender las ventajas que trae para todo el mundo en su conjunto, entender como ya
hacía Charles Darwin (1885) 1 que se trata de un beneficio que posibilita la evolución de
las comunidades. Una idea que choca con la ley del que lucha de manera individual por
ser el más fuerte, frente la idea de los que cooperan movidos por sentimientos de
generosidad, bondad y compasión por una comunidad mejor. Y aquí es cuando nos
preguntamos, ¿qué disposición ayuda más al desarrollo de las sociedades?

Este artículo aboga por la cooperación más que por la competición para
ayudar a mejorar la sociedad, una sociedad sostenible
(UNESCO, 2021). Y la mejor
herramienta que se considera para contribuir en este hecho es la educación. Una
educación que sea sensible al sufrimiento ajeno y al deseo común de querer aliviarlo.

Desde este punto de vista la educación sensible se convierte en una herramienta
indispensable puesto que su fin es que la persona se permita a sí misma ser de manera
original dejando espacio para que pueda captar su propia sensibilidad (Martínez, 2022,
pp.127) y solo desde esa originalidad pueda la persona desplegarse a los demás de
manera asertiva para desarrollar sentimientos tales como la compasión y el altruismo,
sin caer en la opresión de lo que queda bien o lo que los demás esperan de nosotros. Un
modo de ser elegido de manera libre y voluntaria según el modelo de persona que la
propia persona quiere llegar a ser.

Siendo de este modo y focalizando al ámbito escolar, la educación sensible
concuerda con generar situaciones de aprendizaje en la que los educandos puedan
desplegar su propia originalidad a la vez que captar esa sensibilidad que los lleve a
conectar con los otros
, con un “nosotros maduro”, es decir, con una actitud asertiva en
el que poder ser más desplegándose a los demás sin dejar de ser uno mismo. Desde ese
acercamiento es más fácil poder empatizar y generar compasión hacia los demás. Por lo
que, una educación sensible podría ayudar a las personas a desarrollar sentimientos
como la compasión desde su propia originalidad.

Y llegados a este punto, ¿qué ejemplos de situaciones de aprendizaje se podrían
dar con este tipo de pedagogía para beneficiarse de las ventajas de desarrollar la
compasión? A continuación, se muestra un enlace sobre un taller acerca de la
“noviolencia” que invita al alumnado a empatizar y desarrollar compasión hacia las
personas que están en una situación de acoso escolar, uno de los mayores problemas a
los que se enfrenta el mundo escolar, cuyas implicaciones rebasan sus propias fronteras
poniendo en peligro conseguir una sociedad sostenible de características tan
heterogéneas y que presume de ser globalizada.

La compasión podría ser esa herramienta para armonizar nuestras diferencias,
un espejo en el que mirarnos unos a otros a través de las semejanzas y no a través de
las diferencias.

BIBLIOGRAFÍA

Arpa, C. D. (2017). Soltar con mindfulness: una vida plena y consciente de mi corazón
al tuyo. Akadia.
Darwin, C. (1885). La descendencia del hombre y la selección en relación al sexo.
Administración de la Revista de Medicina y Cirugía Prácticas.
Flook, L., Goldberg, S. B., Pinger, L., & Davidson, R. J. (2015). Promoting prosocial
behavior and self-regulatory skills in preschool children through a mindfulness-
based kindness curriculum. Developmental psychology, 51(1), 44.
García-Campayo, J., Cebolla, A., y Demarzo, M. (coords.). (2016). La ciencia de la
compasión. Más allá del mindfulness. Alianza Editorial.
García-Campayo, J., Demarzo, M., y Modrego, M. (2017). Bienestar emocional y mindfulness en la educación. Alianza editorial.
Martínez, L. M. (2022). Educación Sensible. Marco pedagógico y espíritu
educativo. AlmuzaraUniversidad.
UNESCO. (2021). Educación para el desarrollo sostenible. 
https://es.unesco.org/themes/educacion-desarrollo-sostenible

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